La experiencia de Javier, un consumidor que intentó cancelar su contrato con VTR, revela una preocupante tendencia en el servicio al cliente de algunas empresas. Al intentar dar de baja su contrato, Javier se encontró con un laberinto burocrático que parecía diseñado para frustrar sus esfuerzos. Cada llamada se convertía en una maratón de 30 minutos, donde sus razones eran cuestionadas y su solicitud ignorada. La insistencia de los representantes en agendar visitas no solicitadas y la negativa de Álvaro Gutiérrez, un empleado que se erigía como el único con poder para cancelar el contrato, son ejemplos claros de tácticas dilatorias que erosionan la confianza del consumidor.

La experiencia de Javier pone de manifiesto la falta de empatía y eficiencia en el servicio al cliente. En un mundo donde la competencia es feroz y las opciones abundan, es incomprensible que las empresas no prioricen una atención al cliente que sea rápida y efectiva. La burla sutil de Álvaro, quien aseguraba que no perdería su trabajo por no acceder a la solicitud de Javier, es un reflejo de una cultura empresarial que minimiza la importancia del cliente.

Esta situación no solo afecta a Javier, sino que es un llamado de atención para todos los consumidores que, como él, se enfrentan a barreras innecesarias al tratar de ejercer sus derechos. Las empresas deben recordar que cada cliente cuenta y que su lealtad no es un derecho adquirido, sino un privilegio que se debe ganar día a día. En última instancia, el poder del consumidor radica en su capacidad para elegir, y es hora de que las empresas lo reconozcan y actúen en consecuencia.

Margarita A.I.
Reclamos.cl